Historias entre vecinos
- Diana Hernández
- 11 oct 2020
- 2 Min. de lectura
“El chocolate es siempre un buen aliado”
Una historia para comenzar…
Mi familia y yo vivíamos en el 3er piso de cinco que son en el edificio. Por aquel entonces la relación de mis padres no se encontraba en su mejor momento, las peleas eran frecuentes y el dinero escaseaba frecuentemente.
En el quinto piso vivía una pareja de señores, diez años más grandes que mis padres, quienes en ese entonces rondaban los cuarenta. Mi madre poco a poco fue formando una amistad con aquella señora -Tania -.
La primera vez que nos invitó a su casa, nos recibió con galletas de chocolate - sin duda son las mejores galletas de chocolate que he probado hasta el momento-.
Mamá se encontraba desesperada por la falta de dinero en el hogar. Ella trabajaba medio turno una papelería y papá, a pesar de tener un trabajo fijo en un pequeño taller de mecánica, la mayor parte del dinero que ganaba se lo daba a mi abuela y tíos, lo que hacía que mamá enfureciera.
La amistad de la señora Tanía con mi madre poco a poco fue creciendo y fue ella quien de algún modo le dio fuerza suficiente a mi madre para poder generar mayores ingresos para el hogar. Como ella sabía repostería le enseño a mi madre a hornear galletas, postres y todo lo que sabía hacer para poder venderlo en su tiempo libre. Incluso le acompañó al centro a comprar los moldes y la materia prima, le prestó el dinero y le dijo a mamá que podía ir pagando a poco, que no se preocupara.
Con el tiempo los demás vecinos se fueron enterando de los postres de mamá y en unos meses ya conocíamos mejor a todos los vecinos del edificio. Las reuniones obligatorias para las cuestiones de limpieza y seguridad del edificio se volvieron menos complicadas y en ocasiones llegamos a reunirnos únicamente para convivir.
Ahora cuando llego a comer una galleta de chocolate, siempre recuerdo aquella época en la que vivía con mis padres, en la que lo dulce de un chocolate fue uniendo a un grupo de personas que, a pesar de vivir en el mismo edificio, no se conocían tanto.
Una reflexión vecinal…
Vivimos en un mundo en donde el tiempo es el recurso más valioso, y a pesar de ello no le damos el valor ni la presencia que se merece. En muchas ocasiones nos encontramos con las personas que viven en el mismo edificio y no intercambiamos mayor palabra que un: “buen día” o “buena noche”, a veces sin ser conscientes de que coexistimos en un mismo espacio físico y temporal.

Las acciones de sana convivencia nos invitan a explorar todo un mundo nuevo de experiencias que nos pueden ayudar a crecer. Solo requerimos tomar cinco minutos de nuestro tiempo para interesarnos un poco más por las personas que viven a nuestro alrededor. Uno nunca sabe cuánto se puede aprender de nuestros vecinos, y/o cuánto podemos apoyarnos el uno al otro.
Los invito a acercarse, a interesarse un poco más por esas personas que viven a nuestro alrededor, por lo vecinos, personas que al igual que nosotros tienen mucho que compartir.
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